Vermeer La Lechera

La habitación sin nombre.

Aprovechando el periodo vacacional he releído el libro de Xavier Monteys y Pere Fuertes, Casa Collage, un texto dirigido a estudiantes de Arquitectura y a un público no necesariamente relacionado con el mundillo, pero sí con interés por la misma. De un modo divulgativo y espero que nada adoctrinante, voy a soltar unos apuntes muy al estilo del libro, en relación a la habitación, y que tenemos muy presentes en el estudio cuando proyectamos. Cómo podemos entender la habitación sin nombre como una célula madre, como el origen de la ciudad. 

Por definición una habitación es una parte separada por paredes en que se divide una casa, destinada a ser vivida. Como arquitectos lo que más nos gusta es trabajar sobre la vivienda, sobre la casa. Según la introducción de Casa Collage «se podría decir que la gente ya vive en una casa y, por tanto, no necesito saber nada más. Por el contrario, nosotros pensamos, razonado por la vía del ejemplo, que la gente come, pero no necesariamente todo el mundo guisa ni se alimenta bien, aun teniendo los medios para ello«

¿Qué sucede en una casa? 

Nosotros entendemos que la arquitectura es un fondo, un escenario en el que pasa la vida. Es por ello que la casa es un compendio de vivienda, el usuario que la habita y los objetos que en ella utiliza. Es algo más complejo que una imagen en instagram, algo a lo que las modas tienden, y que realmente es mucho más difícil de congelar en una imagen, porque no le hace justicia. Es revelador el texto escrito por Le Corbusier en Précisions:

«Observad un día, no en uno de esos restaurantes de lujo, en los cuales la intervención arbitraria de los camareros o de los sommeliers destruyen mi poema, observar en una pequeña taberna popular, dos o tres comensales que han acabado de tomar su café y están charlando. La mesa todavía está llena de vasos, botellas, platos, la aceitera, la sal, la pimienta, la servilleta y el servilletero, etc. Ved el orden fatal que pone todos esos objetos en relación los unos con los otros; todos han servido; han sido cogidos con la mano de uno o de otro de los comensales, las distancias que los separan son la medida de la vida. Es una composición matemáticamente arreglada; no hay ningún falso lugar, ningún hiatus, ni un engaño. Si un cineasta no alucinado por Hollywood se encontrase ahí, filmando esta naturaleza muerta en primer plano, tendríamos un testimonio de pura armonía«

Esta escena evoca la vida, más próxima a las personas que los influencers, y a colocar las cosas sin más sentido que el estético. 

¿Y dónde pasa qué cosa? 

La normativa que aplica a la vivienda, con afán de ordenarla y dignificarla, ha especializado demasiado cada uno de los espacios y ha propiciado que las viviendas acaben por parecerse demasiado. Finalmente se pierde riqueza y flexibilidad. Es llamativo como un monasterio, con su claustro, celdas, refectorio… con el paso del tiempo pueda cambiar de uso a cuartel militar u hospital, sin que cambien significativamente sus habitáculos. Entendemos que la arquitectura de un monasterio es mucho más flexible que los tabiques móviles de las salas de eventos de un hotel. En esta línea, una casa podría tener todas las habitaciones con una dimensión similar, por ejemplo unos 16 m². Éstas podrían mudar de uso, incluso que una misma habitación acogiese varios usos, por ejemplo dormitorio y estudio, o que varias habitaciones conectadas asumiesen un uso similar, como sala de reunión y visionado de televisión. Relacionar unas piezas con otras ha acabado por convertirse en un pasillo, algo que mucha gente quiere evitar, como algo malo, poco moderno e inútil. La frase «no quiero pasillos que es una pérdida de espacio» es muy habitual. No obstante, si el espacio que conecta las habitaciones tiene una dimensión mayor, permite que sucedan cosas en él para así ser ese fondo del que hablamos, por ejemplo una sala de juegos, un espacio de lectura o una biblioteca, que además de servir para transitar de una habitación a otra pueda convertirse en un espacio de relación.

Según comentarios de Robert Venturi, «las habitaciones con usos genéricos en lugar de específicos o los muebles movibles en lugar de tabiques móviles fomentan una flexibilidad perceptiva en lugar de flexibilidad física«; «la ambigüedad válida fomenta la flexibilidad útil«. O dicho de otro modo, los espacios que aparentemente no sirven para nada, pueden servir para cualquier cosa, y esto es más que bueno. Es la habitación sin nombre. 

 

Foto. La lechera de Vermeer.