Arquitectura que se disfraza de arquitectura.

Arquitectura que se disfraza de arquitectura

Lo mejor del carnaval es disfrazarse. Esto que puede parecer una obviedad, pero en el fondo, no lo es. Adoptar otra forma, otro personalidad u otra pinta, nos permite despojarnos del otro disfraz, ese que nos acompaña siempre. Pensando en carnaval y arquitectura, me gustaría reflexionar concretamente de ese disfraz perenne, porque la arquitectura, salvo raras excepciones, no puede disfrazarse como lo entendemos habitualmente. Si se pudiese sería bastante divertido que A Coruña se disfrazase de Amsterdam, o Dubai de Nueva York, pero no parece algo viable. 

 

Estamos ya en una época en la que lo “moderno”, las casas blancas o los cubos están generalmente asumidos por la sociedad. Pocas son las casas que vemos en los diversos medios, construidas con cierta proximidad temporal, que no tengan esa pinta “modernesca”.

 

Esto que parece ya asumido, hace 15 años no lo era. Aún recuerdo conversaciones con  compañeros cabreados porque en uno u otro lugar, bien fuera por las administraciones o por el cliente, no le dejaban poner una cubierta plana o un hormigón visto. Ahora eso es más difícil de escuchar y en general, todo tiene una imagen destilada del movimiento moderno. 

 

Pero, ¿son estas arquitecturas realmente modernas o son disfraces de lo que un día fue modernidad? Al igual que todos sabemos diferenciar cuando una persona va disfrazada, sea por lo exagerado de las ropas, por la caricaturización de los gestos, por el falso del atrezzo o por la ocultación de la verdadera identidad, con un poco de ojo arquitectónico se pueden diferenciar los edificios que visten estos disfraces contemporáneos. 

 

Creo que más allá de la “pinta”, la arquitectura de verdad tiene una estructura, y no me refiero a la parte que aguanta del resto, sino al orden y a la clasificación de las partes; y tiene una personalidad propia que se deja ver claramente, sin caretas ni maquillajes.

 

Malo será que con el paso del tiempo el disfraz se convierta en ropa habitual de la arquitectura, porque nunca más veríamos lo que realmente es, y por desgracia no nos permitiría disfrutar de ese día que en el que nos convertimos en otra cosa, porque ya seremos esa otra cosa para siempre